Pocas instituciones tienen en su currículum el haber sido abolidas cuatro veces,y todas entre la alegría de la mayoría de los ciudadanos. La Inquisición fue activa en Barcelona entre los siglos XII y XIX,entre el desdén,cuando no terror,de los barceloneses y la poca atención de sus autoridades. Uno de los edificios emblemáticos hoy del Barri Gòtic la albergó,y a pesar del poco rastro que queda de ella,en la fachada permanece el escudo del Santo Oficio,uno de los mejores conservados de España.
Los expertos en la historia de la ciudad reconocen que existen grandes lagunas sobre la Inquisición en Barcelona,que tal vez obedezca precisamente a la repulsa que causa su recuerdo. La Inquisición era un tribunal aparte de los tribunales,con sus propios procedimientos y su lenguaje particular. Relajación era el término que se aplicaba a la pena máxima que imponía,y no era más que un eufemismo: al ser una autoridad religiosa,no podía matar,pero si exigir que quemaran vivos a sus reos,de lo que se tenía que encargar entonces las autoridades civiles. Y en cuanto al auto de fe,era la ceremonia pública en el que el reo abjuraba de sus pecados en público para reconciliarse con la Iglesia católica. El erudito Henry Kamen ha dejado escrito sobre ellos que «lo que comenzó como un acto religioso de penitencia y justicia acabó siendo una fiesta pública más o menos parecida a las corridas de toros». Su procedimiento habitual para encontrar una culpabilidad era la tortura,aunque,es justo decirlo,no era superior a la que se infligía por parte de los tribunales ordinarios,que por aquel entonces tampoco manejaban conceptos como presunción de inocencia o derechos civiles.

FOTO: GLORIX.
En la foto podemos apreciar la simbología del Santo Oficio. Sus armas quedan perfectamente representadas con la cruz cristiana,significando la muerte redentora de Cristo a manos de los herejes,y que se reivindica como tribunal delegado del Papa; una espada,que simboliza el castigo; la rama de olivo,signo de reconciliación con los arrepentidos. Rodeándolo se puede leer la leyenda en latín «Exurge Domine et Judica Causam Tuam»,es decir,»Levántate Señor y juzga tu causa» (Salmo 73) y una cadena de eslabones que conforman la orden del Toisón de Oro.
La historia del Santo Oficio arranca a finales del siglo XII,dependiendo del Papa. En estos tiempos ya estaba presente en Cataluña,bajo la Corona de Aragón,y sus máximas preocupaciones eran las herejías cátara y valdense. Según Ricardo García Cárcel,el primer auto de fe aquí data de 1237,cuando 45 personas fueron reconciliadas. La situación cambió radicalmente con los Reyes Católicos,que impusieron la nueva Inquisición,cuya obsesión era si los judíos que permanecían en España se habían convertido realmente. El 5 de julio de 1487,entró en Barcelona fray Alonso de Espina,el nuevo inquisidor,rechazado por las autoridades de la ciudad,que no salieron a recibirle a pesar de que se hizo rodear de pompa y boato. El nuevo tribunal se instaló en el Palau Reial Major,donde aún hoy figura su escudo,y tuvo efectos inmediatos: 500 familias pusieron pies en polvorosa por temor al Santo Oficio,según estimaciones del Consell de Barcelona. El terror tuvo tales consecuencias que los nuevos inquisidores se afanaron a parar naves llenas de conversos que intentaban huir,por pánico al tribunal.

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Espina,un hombre gris según los eruditos y posiblemente converso,no perdió el tiempo: el 14 de diciembre de 1487 ya dictó su primera condena: 52 personas (28 mujeres y 24 hombres) fueron hallados culpables de ser judaizantes. Su castigo fue ser llevados en procesión desde el convento de Santa Caterina (hoy,mercado de Santa Caterina) a la catedral como penitencia. Y la institución enseguida dio muestra de su dureza: el 25 de enero de 1488 se dictaron las primeras penas capitales: dos mujeres y dos hombres fueron agarrotados en la plaza del Rei por el mismo delito,y luego sus cadáveres llevados al Canyet,donde se procedió a quemarlos.
El Canyet (que estaba en una parte de lo que es ahora el Poblenou) era una zona inhóspita fuera de las murallas y el lugar donde se arrojaban los cadáveres de los ajusticiados,y que la Inquisición escogió para finalizar su macabra puesta en escena,pues allí se levantaban sus hogueras en las que abrasar a los herejes y otros infelices que caían en las manos del Santo Oficio. El fuego era una muerte espantosa y extremadamente dolorosa,y en ocasiones quienes se veían abocados a él tenían la «suerte» de que se les diese garrote antes,para así proceder a quemar únicamente cuerpos sin vida. A veces,el brazo secular,para quedarse contento,se daba por satisfecho con achicharrar una efigie del reo,pues éste había tenido la suerte de escapar antes de ser detenido.
No hay estadísticas definitivas sobre el número de vidas que segó la Inquisición en Barcelona. La llegada de los Reyes Católicos y la imposición de la Inquisición moderna desvió el punto de mira de los cátaros y valdenses a los judíos,en pro de homogeneizar la religión y el pensamiento,pero con el transcurso de los años se amplió el abanico de los perseguidos. El historiador Juan Blázquez Miguel,a quien debemos el libro La Inquisición en Cataluña,señala que,en realidad,aquí fue menos letal que en el resto de España,y aporta el catálogo de los delitos que persiguió hasta su final,entre los que están luteranos,homosexuales,brujas,bígamos,musulmanes no convertidos y hasta 79 reos por bestialismo. Incluso los libreros eran vigilados para que no difundiesen obras prohibidas,que,como los hombres,también terminaban en la hoguera.
En 1487,la Inquisición se instaló en el Palau Reial,donde tenía su sede y hasta trece celdas para los detenidos,según Blázquez,quien también añade que realmente eran mejores que las cárceles civiles,pues con dinero se podía comprar buena comida e incluso disponer de esclavos. Los autos de fe tuvieron diferentes escenarios urbanos: la plaza del Rei,el convento de Santa Caterina,el Born,la catedral o la iglesia de Santa Àgata. Blázquez apunta que,posiblemente,la última víctima de la Inquisición en Barcelona fue Félix Duarte de Andrada,por criptojudío recalcitrante,pues ya había sido objeto de reconciliación en 1700. En 1726 se le dio garrote vil y posteriormente se quemó su cuerpo.
La Inquisición fue abolida en cuatro ocasiones: en 1808 (por Napoleón cuando invadió España,como medida reformadora),en 1813,en 1820 y en 1834,de forma definitiva. Tres veces renació de sus cenizas,cosa que no pudieron hacer sus víctimas. De esta macabra historia,en Barcelona aún queda un escudo,para recordar a tan sombrío tribunal: un Oficio no tan santo.