LA PLAZA PENTADECAGONAL

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Desde la primera ocasión que me llegaron noticias sobre la existencia de esta plaza, tuve la intención de escribir, algún día, una entrada que hablase sobre ella. Estamos en el barrio Gótico y este espacio tan singular con forma geométrica es la plaza de Milans. La admiración aumenta cuando una se da cuenta que se trata de una plaza pentadecagonal, es decir, que forma un polígono regular de 15 lados, una figura que se percibe en toda su plenitud cuando se alza la vista y el perímetro de la plaza se recorta en el cielo.

La plaza Milans es de pequeñas dimensiones y hace las funciones de vértice de la calle en ángulo del mismo nombre que une las de Avinyó y Cignàs. Su origen se remonta a mediados del siglo XIX, cuando la ciudad inició un nuevo urbanismo hacia la modernidad. La iniciativa coincidió con el derribo de las murallas y la liberación de espacios en la ciudad antigua (ocupados principalmente por edificios religiosos) como consecuencia de la desamortización eclesiástica.

PLAZA MILANS. FOTO: GLORIX.

Una generación de arquitectos formados en la escuela de la Llotja e influidos por los ingenieros militares borbónicos y las matemáticas fueron los encargados de dar forma a esta nueva Barcelona. La prestigiosa Academia de Matemáticas ejerció un papel esencial en este fenómeno. Instalada en el antiguo convento de St. Agustín, fue una escuela de ingeniería militar de referencia en toda Europa entre los siglos XVIII y XIX.

Uno de estos nuevos arquitectos fue Francisco Daniel Molina, autor de la urbanización de la calle y la plaza de Milans, así como de algunos de sus edificios. La plaza Real fue su gran obra en Barcelona, aunque también firmó otros espacios emblemáticos como la plaza del Duque de Medinaceli y la fuente del Genio Catalán, en Pla del Palau. En 1855 fue nombrado arquitecto municipal, periodo en el que diseñó el actual salón de plenos del ayuntamiento.

La calle y la plaza de Milans son una clara muesta de la influencia de la cultura de las matemáticas en este arquitecto y todo un homenaje a la geometría. La urbanización de este espacio fue consecuencia, en este caso, no de la desamortización, sino del derribo, en 1856, del antiguo Palau Reial Menor, entonces en estado de ruina y que se erigía donde hacía siglos los templarios se habían instalado.

En esta curiosa vía, hoy reservada a los peatones, Molina concibió una pequeña plaza en el punto donde convergían los dos tramos de la calle en forma de ángulo obtuso. Fue una manera ingeniosa de conseguir más luminosidad para los edificios, ya que las fachadas ganaban en amplitud.