Hoy toca de nuevo pasar por el barrio de La Ribera donde encontramos una pequeña calle, pequeña en tamaño pero no en historia. Situada detrás de la Basílica de Santa María del Mar, entre la calle Montcada y la calle Flassader (en la que siglos atrás se fabricaban mantas o frazadas), injustamente ignorada por los transeúntes que por allí pasan, se encuentra la calle más estrecha de Barcelona, es la calle de las Moscas (Carrer de les Mosques).
Sí, en ese barrio encontramos muchas calles pequeñas y estrechas, y es que antes de derrumbar las murallas de Barcelona para ampliar la ciudad había más de 200 calles con un ancho inferior a los tres metros. La calle de las Moscas presenta tan solo 1,48 metros de pared a pared en su punto más estrecho, lo que la convierte en la más estrecha de la ciudad, sin contar a la ya desaparecida calle Doncelles, con 1,10 metros tras la reforma de la Via Laietana. La calle de las Moscas también se la conocía popularmente como la calle de los crucificados, pues muchos al llegar a la calle extendían los brazos para tocar sus paredes.

¿Y por qué de las Moscas?
Moscas habían y muchas en esa calle, y es que esos dípteros hacían sus delicias, sobretodo en verano, atraídas por el olor de las mercancías que allí se acumulaban y que no se vendían en los cercanos mercados de Sta. Caterina, que abastecía al barrio desde 1845, y del Born. La falta de ventilación de la calle debido a su estrechez ayudaría a que ese lugar se convirtiera en el paraíso terrenal de esos insectos voladores, pero también en un infierno para los vecinos que allí vivían.
«Al carrer de les Mosques hi ha funció a les fosques».
Este dicho catalán vendría a traducirse como «En la calle de las Moscas hay una función en la oscuridad», refiriéndose a que en esta calle también se escondía un famoso burdel muy frecuentado por marineros, soldados y de las tropas extranjeras durante la guerra de Sucesión.
Muestra pétrea de su existencia es la Carassa o cabeza de un señor de piedra que encontramos en una esquina en la entrada de la calle, conocida como papamoscas por su similitud con el de la catedral de Burgos. Debemos recordar que entonces era frecuente señalar la existencia de prostíbulos pintando la casa con una línea de color rojo, o con el número de la casa algo más grande que el resto y en ocasiones con estas señales de piedra.

La fábrica de monedas
Esta diminuta y en apariencia insignificante calle esconde otro secreto olvidado por el paso del tiempo. Durante el siglo XIII era allí donde se hacía moneda en la fábrica de la Seca (sekka en árabe), que vendría a significar «lugar donde se fabrica moneda».
Así pues, la calle de las Moscas es sin lugar a dudas una calle singular de Barcelona, y también hay que decir que en lo que a pequeño se refiere, un SEAT 600 le superó cuando en una ocasión consiguió cruzarla gracias a su 1,38 metros de anchura….aún le sobraron 10 centímetros.
Por cierto, en la actualidad, una reja impide el acceso desde hace algo más de dos décadas, impidiendo así que siga utilizándose de urinario público entre los incívicos.